
Por mi parte, bastante tenía con vigilar a "AC", posada en su rama miserable de la cual no se había movido en toda la noche, con un poncho de plástico impermeable (o eso decía en la etiqueta correspondiente) y aguantando el chaparrón. Hallábame yo en esta tesitura cuando dejó de llover. "Qué bien", me dije yo. En ese mismo instante, como leyéndome el pensamiento, hicieron su aparición unos mosquitos diminutos. Para ser más exacto hicieron su aparición millones de mosquitos diminutos, ansiosos por probar tan delicada y tersa piel, como es la mía. Mientras tanto "AC", impasible, observaba sin parecer compadecerse demasiado de mí. Después de una angustiosa hora, que se me antojó eterna, desaparecieron los mosquitos. Por qué, os preguntareis. Bien, porque era el turno de unos escarabajos, también diminutos, que no pican pero que son tan molestos o más porque se dedican a pegarse a ti y a corretear todo el cuerpo sin motivo aparente. No hay por qué preocuparse, después de un tiempo por estos lares sabes perfectamente que el ataque de los escarabajos solo dura una hora: desde las 6 hasta las 7 de la mañana, como un reloj. Estos escarabajos dan la vez a las auténticas, las únicas, las temibles... "Black flies". Detrás de este funesto nombre no se esconde otra cosa más que unas moscas diminutas (pero no tanto como los mosquitos o los escarabajos) en apariencia pacíficas. No pican, no te corretean, pero tienen el ligeramente incómodo capricho de morder y chupar la sangre de sus víctimas.
Así que allí estaba yo, con una mano sujetando los prismáticos y con la otra rascándome las picaduras de los mosquitos y sacudiéndome las black flies que me revoloteaban. Fue entonces cuando noté un escozor penetrante en mi pierna izquierda y nada más mirar a mis pies caí en la cuenta de que unas hormigas rojas (antojaronseme cientos) habían llegado hasta mis rodillas y continuaban, impertérritas, su singladura hacía zonas más altas y más nobles. Cuando empecé a sacudirme las piernas y a moverlas espasmódicamente las hormigas parecieron entrar en frenesí y comenzaron, de manera voraginosa, a morderme y lanzarme ácido fórmico. Cegado por el dolor y temiendo un shock anafiláctico hiperagudo, empecé a sacudirme enérgicamente al tiempo que me quitaba el pantalón, ya que una gran parte de las hormigas, las más venturosas, se habían introducido dentro del mismo. Craso error, este es el momento que las Black flies estaban esperando para someter mis tiernas extremidades posteriores a sus implacables mandíbulas y robarme parte de mi preciado fluido vital.
Baste decir que una precipitada carrera de vuelta al hack site fue suficiente para deshacerme de estas crueles criaturas. Después de todo…no fue tan terrible.
Hace dos días descubrí dos nuevas formas de terror artrópodo. Una de ellas, las termitas aladas que llenan el cielo después de las fuertes lluvias. Se posan en cualquier lado (por supuesto no discriminan a nada ni a nadie) y tienen la desagradable costumbre de perder las alas y corretearte. La otra se trata de unas moscas mínimas, que me recuerdan a las terribles midges a las cuales tuve el “placer” de conocer en las Highlands escocesas. Estas moscas no pican, no muerden, no corretean ni despiden ácido. Únicamente intentan, por todos los medios, introducirse en cualquier orificio corporal a su alcance.
Dejaremos de lado por esta vez a los macroinvertebrados, léase tarántulas o escorpiones, con los cuales de momento solo ha habido encuentros “amistosos”.
Sin embargo, no solo hay insectos molestos. De vez en cuando te encuentras algunos bichos fascinantes. Todo tipo de escarabajos, insectos palo, saltamontes, mantis, etc.


De todos estos se lleva la palma el siguiente espécimen, el ser vivo más… RARO que he visto nunca y que paso a presentaros a continuación.
Preparados, listos…
En este momento estaréis pensando: ¡PERO…QUÉ…ES…ESTO!
Os juro que se movía, caminaba e incluso dio un corto y torpe vuelo. Intentaré averiguar el nombre de este insecto alienígeno para revelarlo en siguientes entregas.