viernes, 18 de junio de 2010

Esperanza es la cosa con plumas



Hope is the thing with feathers - Así comienza un poema de Emily Dickinson, del cual Christopher Cokinos tomó el título para su libro. Un libro sobre la extinción de seis especies de aves en tiempos recientes (en concreto desde 1800 hasta mediados del siglo pasado): El Periquito de Carolina, el Picamaderos Picomarfil, El Gallo de las Praderas, la Paloma Migratoria, el Pato del Labrador y el Alca Gigante.

El libro trata en profundidad la historia de estas seis especies, de su declive y de sus últimos días. De como la ambición, la codicia, la ignorancia o la más absoluta estupidez humanas, acabaron con la belleza, la absoluta unicidad que cientos de miles de años de evolución se encargaron de moldear, en apenas décadas. Pero también narra la lucha de algunos individuos por preservar estas especies, de su convicción y su coraje en unos tiempos donde la conservación ni siquiera era un concepto.

Es un libro denso, lleno de detalles, con una documentación histórica apabullante, y una delicadeza en la escritura poco habitual. El autor ha realizado una labor detectivesca, visitando todos los lugares donde habitaban estas aves, y entrevistando en ocasiones a familiares de las personas que tuvieron alguna relación con ellas. En  ocasiones la cantidad de fechas, citas y referencias marean ligeramente, pero añaden un rigor necesario a la obra, que juega a partes iguales a ser ciencia, ensayo y narrativa.

Todas las historias añaden elementos clave y enriquecen el entendimiento sobre los procesos de extinción, sus causas y sus consecuencias. Sin embargo tal vez la más impactante, quizá por mejor documentada, es la historia de la Paloma Migratoria. Probablemente el ave más abundante del mundo en su tiempo, con una población de miles de millones de individuos, entró en declive y desapareció por completo en estado salvaje en poco menos de 50 años, debido principalmente a la caza indiscriminada y a la pérdida de su hábitat.

Ilustración por Louis Agassiz Fuertes de la Paloma Migratoria

Junto al frío relato de los hechos, Cokinos añade algunos apuntes valiosos que embullen al lector en las circunstancias históricas de cada tragedia: recetas de cocina de pastel de Paloma Migratoria, fragmentos del diario de abordo del capitán de un barco que se abastece de miles de araos gigantes en las islas de Quebec, notas de estilo de las damas de Nueva York que adornaban sombreros con los cuerpos de los periquitos de Carolina o fotografías de los últimos picamaderos en su hábitat.

En uno de los capítulos Cokinos plantea las posibilidades que la ciencia pueda traer en un futuro. ¿Seremos capaces de clonar, crear, resucitar estas especies mediante la tecnología? Abre un debate sobre las implicaciones éticas que esto supone. ¿Qué sentido tendría recuperar estas especies del más oscuro de los abismos, cuando no somos capaces de mantener con vida muchas de las especies que existen aun hoy, y que desaparecerán en breve, únicamente debido a nuestras acciones colectivas?

A pesar de ser francamente deprimente en ocasiones, el propósito y el mensaje del libro son claros. Las historias que contiene son una advertencia, un severo toque de atención sobre el efecto que nuestra presencia en la tierra tiene en el resto de la comunidad biótica. Desvelando uno de los últimos pasajes del libro: "La profunda tristeza en la pérdida es nuestra mejor primera respuesta - Pero no debería ser nuestra única respuesta"

En definitiva, un trabajo hercúleo de más de diez años que ha producido un libro gigante, no en tamaño, sino en calidad y contenido. Este es un libro que necesitaba ser escrito. Christopher Cokinos tomó el desafío y lo ha resuelto de manera magistral.

Que yo sepa no hay traducción al castellano, pero para aquellos que dominen el inglés es una lectura obligada. No solo para los amantes de las aves, sino para aquellos con ansias de conocer una parte fundamental de la historia de la humanidad y de su relación con el mundo que la sustenta.

 Ilustración de una pareja de alcas gigantes por John Gerrard Keulemans

sábado, 12 de junio de 2010

Anillando al Halcón Pechinaranja en Belice

La cascada más alta de Centroamérica - Thousand Foot Falls, Belice

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Todavía no entiendo como algunos de los lugares que visitamos repetidamente en Belice, no son más populares y mejor conocidos para el turista medio. En este planeta globalizado, invadido por las comunicaciones y las redes sociales, recibimos en nuestras pantallas las exactas mismas imágenes tomadas por millones de personas diferentes – la misma fotografía, el mismo paisaje, el mismo guiño visual, una y otra vez. Parece que tendemos a repetir esa imagen mental, estereotípica, que por alguna razón ha cautivado  nuestra imaginación colectiva. Thousand Foot Falls o King Vulture Falls, podrían encajar fácilmente en esta categoría de imágenes simbólicas, como ejemplo tangible de lo salvaje y del paraíso prístino.

Estos son, con seguridad, dos de los mejores lugares en todo el mundo para ver halcones pechinaranjas, puede que casualmente, o puede que no. Muchos fanáticos de las aves vienen a las montañas de Belice solo para ver a estos halcones, pero al hacerlo, se sitúan en medio de un escenario único y majestuoso, que hace su experiencia con los halcones algo mucho más valioso que el simple hecho de tachar una nueva especie en su lista.

Hoy, estamos en King Vulture Falls para anillar a los pollos de la pareja de halcones que anidan aquí. Anillar a estos halcones nos proporcionará información relevante sobre su historia natural, la dispersión de los juveniles, la dispersión o el tamaño poblacional, entre otras cosas.

Hembra de Halcón Pechinaranja con sus pollos

Mi compañero, y a pesar de ello amigo, Ángel, es el escalador experto de nuestra expedición. Él acarrea con la mayor responsabilidad en esta tarea. Marta y yo trataremos de asistirle en todo lo posible para que pueda llegar al nido, anillar a los pollos y volver a lo alto de la pared de forma segura. Además de las precauciones habituales para descender al nido, situado a unos 40 metros de lo alto de una inmensa pared de granito, debemos estar atentos y preparados para las abejas. Las abejas africanizadas se han expandido por toda la región en las últimas décadas. En ocasiones construyen sus colmenas en los mismos cortados que los halcones, lo cual añade un considerable riesgo al descender al nido de los halcones. Estas abejas son tremendamente agresivas cerca de su colmena, y atacarán a cualquier intruso que se acerque demasiado. Ángel fue atacado por estas abejas hace algunos años, y probablemente sobrevivió únicamente gracias a su experiencia en escalada, respondiendo rápidamente al ataque, rapelando hasta el pie de la pared, cortando la cuerda, saltando algunos metros que le restaban hasta el suelo y finalmente corriendo hasta un río cercano. Las abejas no tuvieron misericordia y le picaron más de 100 veces, especialmente en la cara y las manos, y necesitó de atención médica.

Con todo esto en mente, Ángel y Marta preparan el equipo de escalada en lo alto de la pared, mientras yo camino hasta lo alto de la cascada de King Vulture, acompañado por Flavien, manager de Hidden Valley Inn, los cuales nos han ayudado en el estudio de estos halcones en Belice, por más de 6 años ya. Desde mi posición, al otro lado de la pared, puedo ver el nido perfectamente con un telescopio. Mi trabajo consiste en indicarle por radio a Ángel su posición para guiarle mientras desciende.

“Voy a empezar a bajar” me dice por la radio. Puedo verle con los prismáticos, peleándose con las ramas alrededor suyo para no quedarse enganchado en esos primeros metros de descenso. Entonces, la pared se vuelve más empinada y comienza a descender más rápidamente.

Ángel descendiendo a uno de los nidos

Cuando se acerca al nido, tiene que abordar un saliente en la roca, de tal manera que tiene que tirar de si mismo hacía la pared para poder poner un pie en la repisa donde los halcones tienen el nido. Puedo ver que no está cómodo, pero consigue ponerse de pie sobre la repisa. La hembra adulta no está contenta. No pasa ni un segundo antes de que empiece a atacar a Ángel desde las alturas, golpeándole con fuerza, tratando de intimidar a lo que seguramente ella piensa, un depredador yendo a por sus pollos. Es un momento estresante, tanto para nosotros como para los halcones. Queremos que todo se acabe lo antes posible, para que los halcones no sufran mucho, pero al mismo tiempo Ángel necesita tomarse su tiempo de tal manera que todo el trabajo se haga bien y no se cometan errores en el proceso. Apenas puede sentarse en la repisa, está en cuclillas, exponiendo la mayor parte de su lado derecho a la hembra, que ahora le golpea constantemente con sus garras. En una ocasión agarra la parte superior del traje anti-abejas, casi llevándoselo consigo. Al tiempo que intenta evitar ser golpeado por la hembra, Ángel consigue sujetar a los pollos, para que estén seguros y no caigan por el borde. Cuando los anilla, me pasa los códigos por la radio para que los vaya apuntando, y ya casi hemos acabado.

 "¿Quien es este tio feo con cámara?"

Después de poner a los pollos de vuelta en el nido, Ángel comienza su ascenso lentamente (ya está algo mayor). Después de haberse distanciado algo del nido, la hembra le deja tranquilo. Recojo los bártulos y comienza a ascender la cascada para encontrarle en lo alto de la pared y celebrar que hemos anillado dos halcones más, los cuales esperamos que tengan una próspera, larga vida, en los bosques de Belice.