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El centro de investigación de Las Cuevas está en el corazón del parque nacional de Chiquibul, la mayor reserva de todo Belice Allí me encuentro con Chapal, mi guía durante los próximos días en nuestra pequeña incursión a Nohoch Ch'en (en maya: gran agujero), uno de los grandes sumideros que hemos podido ver en los sobrevuelos realizados durante el año pasado y el presente. Desde el aire se ve grandioso, y ciertamente parece un lugar donde tal vez podamos encontrar al escaso Halcón Pechinaranja, el verdadero motivo de internarnos en lo más profundo de Chiquibul.
Arreglamos los pormenores para el día siguiente. El plan consistía en salir temprano, a las 4 de la mañana, de Las Cuevas, para empezar a caminar con el frescor de la mañana. Así lo hicimos, llegamos al comienzo del sendero a las 5:30, después de conducir por una pista forestal en no muy buenas condiciones. Afortunadamente estamos en estación seca y la pista es transitable.
Durante la primera parte del camino utilizamos exclusivamente los senderos de xateros. Los xateros son personas originarias de Guatemala que cruzan ilegalmente la frontera a Belice para colectar Xate, una planta usada con fines ornamentales, así como madera y otros recursos naturales. La falta de medios económicos de esta gente en sus lugares de origen les hace internarse en el bosque durante meses. Para sustentarse durante las largas temporadas que permanecen en el bosque cazan indiscriminadamente todo tipo de fauna. Su presencia en Chiquibul mientras avanzamos es patente, oímos motosierras, disparos... vemos basura abandonada en los senderos y rastros recientes, incluso atravesamos un par de campamentos temporales abandonados. Aunque la mayoría no son peligrosos y huyen al más mínimo indicio de presencia de alguien más en el bosque, debemos ser cuidadosos y permanecer alerta, pues algunos podrían mostrarse agresivos al ser descubiertos. Como ocurre frecuentemente los problemas ambientales están vinculados a los sociales y no hay soluciones fáciles para ninguno de los dos conflictos incluso si se intentan abordar en conjunto.
Después de los cinco primeros kilómetros paramos a descansar para desayunar algo. No está mal, apenas han pasado dos horas y media. En un pequeño claro encontramos una pluma enorme que creemos identificar como de Zopilote Rey (Sarcoramphus papa). A unos metros vemos los restos de dos pecarís y un coatí. Parece que el lugar es utilizado recurrentemente por un gran predador. Una buena noticia para Chiquibul ya que su presencia es un excelente indicador del buen estado de conservación del área.
A partir de ese momento el camino se hace bastante más duro. Seguimos teniendo senderos hechos por los xateros, pero ahora el terreno se hace mucho más pendiente, con continuas subidas y bajadas. Al no haber agua en todo el camino debemos llevar toda la que necesitamos en la mochila (yo llevo algo más de diez litros para dos días que consumiré casi íntegramente debido al esfuerzo y al calor) lo cual unido a todo el equipo que llevamos supone un peso considerable que hace el camino mucho más difícil.
Han pasado cinco horas desde que empezamos a caminar y nos acercamos a la parte más compleja del camino. Ya no hay sendero y nos tenemos que abrir paso con machetes por un espeso entresijo de arbustos y lianas. Aquí las garrapatas ya no tienen compasión alguna y se encaraman por docenas a nuestra ropa y piel. Entretenimiento asegurado para toda la noche. Ya es casi mediodía y el calor es sofocante, avanzamos muy lentamente hacía el último tramo del recorrido, unos 700 metros de subida hasta el sumidero. La pendiente es acusada y tenemos que parar en varias ocasiones para descansar. Llegaríamos a lo alto de Nohoch Ch'en a las 15:30, diez horas después de haber iniciado el camino a pie.
Nohoch Ch'en desde el aire, unas semanas después, cuando pudimos conducir un sobrevuelo en helicoptero para localizar nuevas parejas de halcones
Me instalo en el borde del sumidero para escuchar y ver a los halcones. Es difícil no sobrecogerse por unos instantes contemplando su magnitud y belleza. Debe tener unos trescientos metros de diámetro y el fondo está completamente cubierto por árboles de gran envergadura. En la cara oeste hay una pequeña cueva en la cual puedo ver con los prismáticos ¡enormes vasijas de cerámica! No puedo evitar pasar unos minutos pensando como los antiguos mayas pudieron bajarlas por una pared vertical para introducirlas en la cueva. Lugares como este y particularmente las cuevas, eran considerados sagrados por los antiguos mayas, los cuales veían el subsuelo como fuente primigenia de vida.
Un grupo de unos doce monos araña se desliza por los árboles más altos justo encima mío. Algunos me desafían agitando fuertemente las ramas y chillándome, pero la mayoría me ignoran y pasan de largo, armando gran bullicio. Dentro del sumidero se pueden ver numerosas aves, como el Clarín Unicolor (Myadestes unicolor), cuyo canto metálico, casi etéreo, se ve amplificado por la excelente cámara de resonancia que es el sumidero. Si los halcones están aquí los oiré con toda seguridad.
Y no se hacen mucho de rogar. Apenas ha transcurrido media hora desde que llegué cuando escucho la nítida voz de una hembra. Música para mis oídos. Tardo unos minutos en localizarla en el otro extremo del sumidero, encima de una repisa en la roca que bien pudiera ser el nido. Sin embargo no está incubando, pero puedo ver como está finalizando los restos de una presa. Solo hace falta confirmar la presencia de un macho en la zona para afirmar que una pareja reside en Nohoch Ch'en, pero aparte de la hembra no puedo ver nada más en lo que queda del día, así que me preparo para acampar.
A las 3:30 am empieza a diluviar. A pesar de estar en plena estación seca, este año se está mostrando especialmente húmedo. Mi tienda no aguanta el chaparrón y acaba absolutamente inundada así que me uno a Chapal al lado del fuego, debajo de unas hojas de Guano. Afortunadamente no queda mucho para que amanezca. A las 5:30 para de llover y me dirijo de nuevo al borde del sumidero, a apenas 30 metros de donde hemos acampado. Casi al instante puedo ver a la hembra posada en una rama. No hay mucha visibilidad debido a la espesa vegetación, pero puedo ver por unos breves instantes a otro halcón sobrevolando el sumidero, en esta ocasión un macho. Una sonrisa se dibuja en mi cara. No son muchas las parejas de Halcón Pechinaranja que tenemos localizadas en Belice y Guatemala, una población aislada de la del sur del continente, así que cada nueva pareja que encontramos es motivo de enorme alegría.
A las 9:30 levantamos campamento y partimos de vuelta a Las Cuevas. Con mucha menos agua y comida y la satisfacción de haber encontrado una nueva pareja, nuestras mochilas pesan considerablemente menos, lo cual unido a la lluvia hace que nuestro camino de vuelta sea más fresco y ligero. Esta vez solo tardamos siete horas en hacer el mismo recorrido. Casi cuando estamos llegando al punto de encuentro donde nos van a recoger oímos un sonido cacofónico, gutural, inconfundible. Una pareja de Guacamayos Escarlata sobrevuela el dosel del bosque. Una señal, un signo inequívoco de que todavía hay esperanza para el bosque de Chiquibul y sus habitantes.