lunes, 25 de mayo de 2009

Nohoch Ch'en (6-4-09)

Hembra de Halcón Pechinaranja

English Version Here!

El centro de investigación de Las Cuevas está en el corazón del parque nacional de Chiquibul, la mayor reserva de todo Belice Allí me encuentro con Chapal, mi guía durante los próximos días en nuestra pequeña incursión a Nohoch Ch'en (en maya: gran agujero), uno de los grandes sumideros que hemos podido ver en los sobrevuelos realizados durante el año pasado y el presente. Desde el aire se ve grandioso, y ciertamente parece un lugar donde tal vez podamos encontrar al escaso Halcón Pechinaranja, el verdadero motivo de internarnos en lo más profundo de Chiquibul.

Arreglamos los pormenores para el día siguiente. El plan consistía en salir temprano, a las 4 de la mañana, de Las Cuevas, para empezar a caminar con el frescor de la mañana. Así lo hicimos, llegamos al comienzo del sendero a las 5:30, después de conducir por una pista forestal en no muy buenas condiciones. Afortunadamente estamos en estación seca y la pista es transitable.

Durante la primera parte del camino utilizamos exclusivamente los senderos de xateros. Los xateros son personas originarias de Guatemala que cruzan ilegalmente la frontera a Belice para colectar Xate, una planta usada con fines ornamentales, así como madera y otros recursos naturales. La falta de medios económicos de esta gente en sus lugares de origen les hace internarse en el bosque durante meses. Para sustentarse durante las largas temporadas que permanecen en el bosque cazan indiscriminadamente todo tipo de fauna. Su presencia en Chiquibul mientras avanzamos es patente, oímos motosierras, disparos... vemos basura abandonada en los senderos y rastros recientes, incluso atravesamos un par de campamentos temporales abandonados. Aunque la mayoría no son peligrosos y huyen al más mínimo indicio de presencia de alguien más en el bosque, debemos ser cuidadosos y permanecer alerta, pues algunos podrían mostrarse agresivos al ser descubiertos. Como ocurre frecuentemente los problemas ambientales están vinculados a los sociales y no hay soluciones fáciles para ninguno de los dos conflictos incluso si se intentan abordar en conjunto.

Después de los cinco primeros kilómetros paramos a descansar para desayunar algo. No está mal, apenas han pasado dos horas y media. En un pequeño claro encontramos una pluma enorme que creemos identificar como de Zopilote Rey (Sarcoramphus papa). A unos metros vemos los restos de dos pecarís y un coatí. Parece que el lugar es utilizado recurrentemente por un gran predador. Una buena noticia para Chiquibul ya que su presencia es un excelente indicador del buen estado de conservación del área.

Restos de los dos pecarís

A partir de ese momento el camino se hace bastante más duro. Seguimos teniendo senderos hechos por los xateros, pero ahora el terreno se hace mucho más pendiente, con continuas subidas y bajadas. Al no haber agua en todo el camino debemos llevar toda la que necesitamos en la mochila (yo llevo algo más de diez litros para dos días que consumiré casi íntegramente debido al esfuerzo y al calor) lo cual unido a todo el equipo que llevamos supone un peso considerable que hace el camino mucho más difícil.

Han pasado cinco horas desde que empezamos a caminar y nos acercamos a la parte más compleja del camino. Ya no hay sendero y nos tenemos que abrir paso con machetes por un espeso entresijo de arbustos y lianas. Aquí las garrapatas ya no tienen compasión alguna y se encaraman por docenas a nuestra ropa y piel. Entretenimiento asegurado para toda la noche. Ya es casi mediodía y el calor es sofocante, avanzamos muy lentamente hacía el último tramo del recorrido, unos 700 metros de subida hasta el sumidero. La pendiente es acusada y tenemos que parar en varias ocasiones para descansar. Llegaríamos a lo alto de Nohoch Ch'en a las 15:30, diez horas después de haber iniciado el camino a pie.

Nohoch Ch'en desde el aire, unas semanas después, cuando pudimos conducir un sobrevuelo en helicoptero para localizar nuevas parejas de halcones

Me instalo en el borde del sumidero para escuchar y ver a los halcones. Es difícil no sobrecogerse por unos instantes contemplando su magnitud y belleza. Debe tener unos trescientos metros de diámetro y el fondo está completamente cubierto por árboles de gran envergadura. En la cara oeste hay una pequeña cueva en la cual puedo ver con los prismáticos ¡enormes vasijas de cerámica! No puedo evitar pasar unos minutos pensando como los antiguos mayas pudieron bajarlas por una pared vertical para introducirlas en la cueva. Lugares como este y particularmente las cuevas, eran considerados sagrados por los antiguos mayas, los cuales veían el subsuelo como fuente primigenia de vida.

Un grupo de unos doce monos araña se desliza por los árboles más altos justo encima mío. Algunos me desafían agitando fuertemente las ramas y chillándome, pero la mayoría me ignoran y pasan de largo, armando gran bullicio. Dentro del sumidero se pueden ver numerosas aves, como el Clarín Unicolor (Myadestes unicolor), cuyo canto metálico, casi etéreo, se ve amplificado por la excelente cámara de resonancia que es el sumidero. Si los halcones están aquí los oiré con toda seguridad.

Y no se hacen mucho de rogar. Apenas ha transcurrido media hora desde que llegué cuando escucho la nítida voz de una hembra. Música para mis oídos. Tardo unos minutos en localizarla en el otro extremo del sumidero, encima de una repisa en la roca que bien pudiera ser el nido. Sin embargo no está incubando, pero puedo ver como está finalizando los restos de una presa. Solo hace falta confirmar la presencia de un macho en la zona para afirmar que una pareja reside en Nohoch Ch'en, pero aparte de la hembra no puedo ver nada más en lo que queda del día, así que me preparo para acampar.

A las 3:30 am empieza a diluviar. A pesar de estar en plena estación seca, este año se está mostrando especialmente húmedo. Mi tienda no aguanta el chaparrón y acaba absolutamente inundada así que me uno a Chapal al lado del fuego, debajo de unas hojas de Guano. Afortunadamente no queda mucho para que amanezca. A las 5:30 para de llover y me dirijo de nuevo al borde del sumidero, a apenas 30 metros de donde hemos acampado. Casi al instante puedo ver a la hembra posada en una rama. No hay mucha visibilidad debido a la espesa vegetación, pero puedo ver por unos breves instantes a otro halcón sobrevolando el sumidero, en esta ocasión un macho. Una sonrisa se dibuja en mi cara. No son muchas las parejas de Halcón Pechinaranja que tenemos localizadas en Belice y Guatemala, una población aislada de la del sur del continente, así que cada nueva pareja que encontramos es motivo de enorme alegría.

A las 9:30 levantamos campamento y partimos de vuelta a Las Cuevas. Con mucha menos agua y comida y la satisfacción de haber encontrado una nueva pareja, nuestras mochilas pesan considerablemente menos, lo cual unido a la lluvia hace que nuestro camino de vuelta sea más fresco y ligero. Esta vez solo tardamos siete horas en hacer el mismo recorrido. Casi cuando estamos llegando al punto de encuentro donde nos van a recoger oímos un sonido cacofónico, gutural, inconfundible. Una pareja de Guacamayos Escarlata sobrevuela el dosel del bosque. Una señal, un signo inequívoco de que todavía hay esperanza para el bosque de Chiquibul y sus habitantes.

domingo, 10 de mayo de 2009

Peru IV - A las puertas del Amazonas

Confiado Guacamayo Macao (Ara macao), en Tambopata Research Center.

La última parte de nuestro viaje fue la que implicó mas trabajo previo. Buscamos en multitud de agencias de viaje, ya que al ser un área de logística compleja (solo es posible moverse por el río) y alojamientos prácticamente copados por tour operadores, no teníamos más alternativas que ir en un viaje organizado. Aunque nuestra idea inicial era visitar Manu (en el mismo departamento de Madre de Dios) finalmente nos decantamos por Tambopata, a través de Rainforest Expeditions (http://www.perunature.com/index.htm), una de las opciones más baratas (aunque sigue siendo caro). Esta empresa ha recibido varios galardones por trabajar en cooperación con tribus indígenas.

Una vez nos bajamos del avión en Puerto Maldonado, ya no nos tuvimos que preocupar de nada más. Iban a ser cinco días de puro disfrute y deleite por la selva. Rubén, nuestro guía, es un auténtico experto sobre las aves de la zona y nos condujo por los senderos con maestría. Vimos tantas y tantas cosas que es difícil enumerarlas todas. Para empezar tuvimos que viajar en lancha durante horas para llegar tanto a Posada Amazonas como al Centro de Investigación de Tambopata. Para mi, lo mejor del viaje: Capibaras, Monos aulladores, Tiganas, cinco especies de Guacamayos, otras tantas especies de Amazonas (Loros), Caimanes...


Capibaras a la vera del río Tambopata. Una de ellas con un Vaquero Pirata (Molothrus oryzivorus) sobre la cabeza

La normalmente esquiva y muy difícil de ver, Tigana (Eurypyga helias)

Garza Capirotada (Pilherodius pileatus)

El viaje en canoa te permite observar algunas aves que difícilmente son vistas en otras condiciones, como este Chotacabras de Escalera (Hydropsalis climacocerca).

Un Mono Aullador rojo (Alouatta seniculus), macho adulto.

Ganso del Orinoco (Neochen jubata)

Rubén, nuestro guía, mientras navegamos por el particular ecosistema de lagos amazónicos, que se crean al quedarse una porción del río aislada por el desmoronamiento del limo.

Hoazín (Opisthocomus hoazin) ¡No había manera de tomar una foto nítida con la poca luz y el movimiento del bote!

Una vez en tierra no perdíamos un momento para recorrer los senderos. Solo parábamos para comer (bastante) y dormir (no demasiado). Incluso hicimos un par de salidas nocturnas: cientos de insectos, ranas, salamandras... Siendo la zona más biodiversa del planeta, no podíamos permitirnos perder un solo instante. Rubén nos permitía todos los caprichos y se desvivió por que viéramos lo más posible. Nuestra última parte del viaje no hubiera sido lo mismo sin él.

Ni me acuerdo como se llamaban los tipos estos que no paraban de moverse

El amigo Juanra me cuenta que el bicho en cuestión es una especie de amblipigio, también llamados "escorpiones de látigo". Inofensivos pero con gran fuerza en sus pedipalpos

Grupo de Jacamarás Gorgiblancos (Brachygalba albogularis)

Aura Selvática (Cathartes melambrotus)

Jacamará Coroniazul (Galbula cyanescens)

La minúscula Cotorrita de Scatler (Forpus scatleri)

En uno de los mayores espectáculos de la naturaleza, la colpa de Guacamayos, pudimos ver como una ingente cantidad de estas aves, junto con otras especies de psitácidas, bajaban a engullir el barro con propiedades quelantes, que les permite digerir plantas con altas concentraciones de tóxicos. En medio del alboroto, una Tayra, una enorme especie de mustélido, un consumado escalador que busca a su próxima presa.


Festival de colores con cinco especies diferentes de Guacamayos. De arriba a abajo, grupo de Guacamayos Aliverdes (Ara Chloropterus), Guacamayo Macao (Ara macao) y Guacamayo Azulamarillo (Ara ararauna)

Sacamos cientos y cientos de fotos, de las que hay una pequeñísima muestra aquí, pero hubo mucho más. Las cuatro noches se pasan en un suspiro, y antes de darnos cuenta ya estamos en un avión rumbo a Lima. El sueño se acabó, pero quedan los recuerdos. Compartimos nuestra experiencia con nuestros amigos en Lima: Anita, Martín y Eric nos reciben y pasamos una última noche en Lima. Trasnochamos, como no, intentando exprimir las últimas horas y minutos en Perú. Un país para volver... y quedarse.


Ana, Juanjo, sois los mejores compañeros de viaje que uno pueda tener. Solo espero haber estado a la altura ¡Ya podéis ir pensando en el próximo!